viernes, octubre 18, 2013

APRENDIENDO A AMARTE Capítulo 23.




-Será mejor que vaya por el duque - dijo Rosario – Creo que encontramos al soplón

Aida continuaba sosteniéndola por el cuello, a la vez que atrapaba sus manos en la espalda.

La duquesa, al reincorporarse, no lograba entender aun lo que le había sucedido. -¿Qué había salido mal?-

Hacía años que ella había mandado a habilitar aquella habitación con el pretexto de hacerla un gran walking-closet pero oculto tras sus puertas se encontraba aquel espacio donde normalmente se comunicaba con los que prácticamente se habían convertido en los dueños de su vida.

Ella, al morir su padre, se enteró que éste se había visto en la obligación de entregarle toda su fortuna a la organización en la que ahora se encontraba involucrada.

El hombre se había llenado de deudas de juego y gustaba de andar con bellas mujeres. La principal deuda la contrajo con ellos, con la mafia.

Fue entonces que la duquesa tuvo que continuar con el lamentable legado que le había dejado su padre. Sin el apoyo de ellos estaba en la calle, situación que no podía soportar. - La vergüenza y el escarnio social serían peor de lo que significaría soportar a esta manga de delincuentes -  Pensó y se introdujo en ella sin pensarlo dos veces. Por nada del mundo dejaría de lado los lujos y la buena vida a la que estaba acostumbrada desde siempre.

Cuando Hernán entró en aquella habitación se sintió devastado. La mujer en la que había confiado gran parte de su vida yacía ahí, atrapada en los brazos de Aida con la mirada perdida.

-¿Qué has hecho mujer?– dijo al fin el duque emocionado
-Nada que tú o alguien en mi situación no habría hecho también – le respondió ella con soberbia.

El duque sabía, al desposarla, que su situación no era de las mejores pero “tenía” que darle un cauce a su vida. Debía olvidar el pasado y recomenzar. Ella sería una buena esposa y compañera, le dijeron sus padres y amigos, por lo que simplemente bajó los brazos y aceptó su triste destino. Casarse con una mujer amando a otra, quien estaba a miles de kilómetros de él y que no pertenecía a su misma clase social. No tenía apellido ni linaje y eso, en aquellos días, como ahora, era tremendamente importante para mantener la sangre “limpia”.


Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar la visión de cuando tuvo que marcharse del lado de ella dejándola con su hijo en los brazos. Fue cobarde al abandonarla, eso lo sabía pero en cuanto sus padres murieron fue por ella y por su hijo. No sabía como los encontraría, no sabía qué le diría, sólo ansiaba volver a verla y recibir su perdón.

Al llegar a este frío país la encontró viviendo junto a otro hombre quien se había encargado de ella y de su hijo. La vio feliz aunque en su mirada siempre había algo de melancolía.

Al ver a su muchacho no pudo evitar emocionarse y lo abrazó fuertemente. Ambos decidieron no decirle nada. De ahí en adelante se convirtió en “su tio”. Un buen amigo de su madre y nada más, quien se ocuparía de Alejandro una vez que el hombre que ayudó a criarlo muriera de una fatal enfermedad.

-         ¡Mi hijo!... ¡La vida de mi único hijo está en peligro por tu causa! – dijo el duque, acercándose a su esposa con furia.
-         ¿Tu hijo?... ¿De qué hijo me hablas? – Respondió sorprendida la duquesa

Rosario y Aida también se mostraron extrañadas. Aquí había más misterios aun por resolver y descubrir.






Osman aprovechó que la noche ya comenzaba a caer sobre aquel bosque. Ocultó su gran cuerpo moreno tras la camioneta y comenzó a arrastrarse lenta y silenciosamente hasta ella.

En el interior de la cabaña, Emma era ayudada por los hombres a llevar el pesado cuerpo de Max hasta la puerta de atrás.

Ahí también había agentes esperando la señal para ingresar disparando. Por el momento todo estaba en tensa calma.

- Mike, qué hacemos No podemos seguir esperando. ¡Ya oscureció! – dijo el jefe de la operación.

Mike quería ver a su amigo antes de entrar disparando en la cabaña. Pero no lograba verlo por ninguna parte. Recordó que le había prometido al duque que le llevaría a su hijo sano y salvo. Temía no poder cumplirle esta vez.

De repente, sin que nadie se diera cuenta, Osman ya estaba arriba de la camioneta. Le dio contacto, acelerando a fondo, rodeando la cabaña en pocos segundos.

Los fogonazos de las balas comenzaron de inmediato su ensordecedora travesía.
Los agentes apenas habían alcanzado a reaccionar cuando divisaron entre la penumbra que unos 4 hombres más una mujer huían del lugar con alguien herido. No pudieron hacer nada.
La camioneta volaba como si se los llevara el diablo. Varios policías subieron a sus motos para lograr darles alcance. Intentaban disparar a los neumáticos pero Osman era un avezado conductor.

Finalmente habían logrado escapar. Ahora debían mantener la calma y reunirse con su jefe. No podían perder más tiempo. Los tenían acorralados.

-¡Ese maldito hijo de puta de Alejandro!.. ¡Dónde se metió! – Gritaba como un loco Osman mientras conducía.
-¿Te das cuenta que nos traicionó? – Cizañaba Emma – ¡Te lo dije! – le gritó, mientras miraba por el espejuelo si ya no los seguían.

Osman no aguantó la rabia que le producía el hecho que lo hubieran engañado y sintió la imperiosa necesidad de desquitarse con alguien.

Soltó su mano derecha del volante y le dio un feroz golpe en la cara a Emma dejándola casi inconciente.

Ahora se sentía mejor.

Max observaba la escena sonriente

-“El carbonero es el que primero muere en el choque de trenes” – dijo, burlándose de ella, aunque por dentro estaba devastado. Consuelo había muerto. La había visto caer en los brazos de Alejandro. Cerró los ojos pues no quería ver como su amada se desangraba ante su mirada y el no podía hacer absolutamente nada.

Sentía tanta vergüenza de si mismo que ya no le importaba morir. Ahora solo le quedaba su pequeño hijo.  - No se atreverían a tocarlo.. a él no -


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28/10/2010

4 comentarios:

  1. Cuanta imaginación y dinamismo en tus historias. A lo más novela policial. Que pena lo de Alejandra. Por cierto, amo esa canción de James Blunt! Saludos.

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  2. Deliciosa la aventura que vas consagrando relato a relato, Sandra. Es genial que quede gente como tú.

    ;)

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