viernes, agosto 08, 2014

TACONES DE OTOÑO // CAPÍTULO 13




Cecilia se abrazaba contra el cuerpo inerte del pequeño Ivo. Algo andaba mal. El niño no respondía a sus caricias, a sus llamados, a sus besos en la frente y en las mejillas. Su cuerpo ardía.

- Ivo... chiquito... despierta... vamos... qué pasa?

Pero el niño no reaccionaba. 

Al ver que la lluvia y el viento habían cesado, decidió levantarse de su refugio bajo aquel frondoso pino y correr de vuelta hacia la camioneta. Debía encontrar a sus padres pronto. Su corazón latía con fuerza.

********************************************

Tomas había logrado salir de casa sin preocupar a su mujer. La dejó dormida. Besó su frente y se despidió. Ella no abrió los ojos hasta sentir que había salido de la habitación. Las lágrimas brotaban silenciosas por su rostro pálido. Mordió sus labios y ya pronto no aguantó más el dolor en el centro de su alma. Hundió la cara en la almohada y ahogó un grito que sabía no le ayudaría a hacer que su amor regresara. Max lo necesitaba y era un tema que ya habían conversado millones de veces. Emilia sabía lo que ahora debía hacer. Secó sus lágrimas e hizo algunas llamadas.

- Es ahora... Si.. Están solos. 

*****************************************

El cielo a sus espaldas ya pasaba de rojo a un color violáceo muy profundo. Max sabía que era su propio miedo el que lo hacía ver aquella realidad con esos colores. Respiró profundo. Cerró los puños con fuerza, dejando libre el alma de Fabiana; la que había comenzado a tomar peso y volumen nuevamente y luchaba por volver a ser parte de su vehículo que la ayudaba a transitar por la misma dimensión que su amado Gualberto.

Los demonios corrieron hasta ella cuando vieron que comenzaba a recuperarse. Él no era su principal objetivo. Tenían órdenes claras de entidades muy poderosas, que eran capaces de habitar ambas dimensiones, de no dejarla volver escapar o ellos terminarían en el lugar más infame de todos los infiernos conocidos, el Tártaro.

Max se puso delante de ellos no permitiéndoles el paso y así pudieran volver a alcanzar el alma herida de Fabiana.
Se cruzó de brazos frente a ellos, bajó la mirada para luego levantarla con seguridad y valor, los traspasó con sus pupilas verde musgo mientras que el cielo se tornaba de colores anaranjados.

En ese pequeño infierno Max no podía hacer mucho. Sus poderes eran muy limitados. Sobre todo estando en las cercanías de un cementerio.

Las fuerzas oscuras que ahí habitaban, muchas veces no ayudaban a la causa de los ángeles custodios y mucho menos a los custodiados.

Los demonios le habían dado alcance. Su hedor se le había impregnado en sus narices y creía sentirlo por todo su cuerpo. Se sentía asqueado y mareado.

Uno de ellos, quien solía apoderarse del cuerpo de Fabiana, se acercaba de manera tan rápida y fugaz hacia él que apenas se daba cuenta cuando éste lo tenía agarrado de la cabeza, mordiéndole con violencia para luego lamerle las heridas y marcas que le dejaba en su blanca piel. Max se defendía dando golpes en el aire. Ese era su territorio y lo conocían muy bien. Max sabía que no podría aguantar mucho más.

Aquellas almas perdidas estaban de muy mal humor. Ya habían notado que el alma que necesitaban robar la habían vuelto a perder y era por causa de aquel ángel entrometido. Sus pequeños ojos estaban rojos de rabia y desde sus bocas caía la sangre que habían logrado sacarle a su víctima.

- Si no la podemos tener a ella, te tendremos a ti para jugar un rato.

Susurró uno de ellos mientras lo tenía bajo su cuerpo rozando con sus colmillos las partes de su cuerpo que aun le quedaban algo de piel sana.

Max, había dejado de luchar hacía un rato. Decidió pensar en sus padres. El trato era que pronto los volvería a ver. Ya no le importaba lo que sucediera con su cuerpo, ni el dolor que pudiera estar sintiendo. Ellos estarían bien. Cecilia estaría bien. Ya ahí nadie lo necesitaba.
Cerró los ojos y tragó saliba.

- ¡Max!

Creyó escuchar su nombre a lo lejos. Quiso abrir los ojos que ya le pesaban demasiado por lo hinchados que los tenía y no pudo. Decidió volver a cerrarlos.

*****************************************************

Cecilia encontró a sus padres abrazados cerca de la camioneta. Corrió hacia ellos con el pequeño entre sus brazos.

- Mamá! Papá! Ivo no está bien. Tiene mucha fiebre!. No despierta!... Tengo miedo!

Gualberto por fin reaccionó al ver a su hija correr desesperada hacia ellos. Recordó haberla dejado bajo aquel árbol junto al bebé y tembló.
Fabiana en ese mismo momento parecía volver a sus sentidos.

- Papá, por favor llevémoslo al médico. No reacciona
- Dios mío! Tiene muchísima fiebre!
- Mis niños? Cecilia? Ivo?... Qué... Qué
- Calma mi vida. Debes estar agotada. Vamos.

Gualberto no la quiso angustiar. Trató de mantener la calma a pesar de que tuvo mucho miedo por la casi nula reacción del niño a los estímulos que le daba para que recobrara la conciencia.

- Vamos! suban a la camioneta. Cecilia, quítale un poco de ropa y luego lo recuestas en el asiento, no lo cubras. Fabiana, mi vida. Ven, apóyate en mí.


LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...