Una vez que Mike y Alejandro abandonaron la mansión, el duque se dirigió hacia donde estaba Rosario absorbida por la figura de Mike. No lograba entenderlo.
- ¿Por qué no podía ser más simple? ¡Imbécil! - Rezongó
El duque le sonrió. Tomándola por el brazo suavemente, luego la llevó a reunirse con Consuelo quien aun lloraba amargamente en la habitación
-¡Amiga! Calma, por favor. ¡Si ni siquiera respiras mujer!
Consuelo abrazó fuertemente a su amiga y continuó llorando. Cuando pudo, logró esgrimir algunas palabras.
- ¡Es un asesino Rosario! ¡Es un mafioso!… Pero lo amo… ¡No puedo dejar de amarlo!.... Es algo más poderoso que yo –
Consuelo respiraba agitada intentando expresarse. Una lágrima comenzó a rodar por la mejilla de Rosario. La entendía. Hasta aquel momento no había querido saber en qué cosas raras estaba metido su querido embajador británico de seductores ojos azules.
Ese halo de misterio y peligro era una de las cosas que más le atraían de él. Siempre se había enamorado de “casos perdidos”. De esos “canallas sexys”. Mike sin lugar a dudas era uno más, pero tenía algo diferente. Sentía que él no podría hacerle daño.
-Señoritas – interrumpió el duque – Cualquier cosa pueden ser mis niños; unos idiotas, unos canallas, unos románticos, pero delincuentes ¡nunca!
Rosario y Consuelo se lo quedaron mirando extrañadas.
Al fin Consuelo comenzaba a calmarse. Quería oír lo que aquel atractivo hombre mayor les tenía que decir.
-Pertenecemos a una ONG totalmente independiente. Colaboramos hace años con los gobiernos y la policía a nivel mundial para luchar contra el narcotráfico y su miserable mafia que ha corrompido a nuestros hijos y a nuestra frágil sociedad en general.
Consuelo y Rosario se acomodaron en la cama. Esto se estaba poniendo interesante.
-Mis niños. A ellos los conocí cuando estaban sumergidos en todo este ambiente. Eran niños sanos y buenos. Estaban metidos en toda esa mierda, como muchos, por circunstancias de la vida. Uno , especialmente era un romántico empedernido. Enamorado toda la vida de la misma mujer.
Consuelo sintió que los colores se le subían al rostro. Sabía perfectamente que se refería a Alejandro y su amor por ella.
-Si. Él mismo – la miró dulcemente Hernán – Mi Alejandro estaba totalmente destruido por un amor que creía no correspondido. Su autoestima era casi nula. Así lo encontré y decidí ayudarlo. Además…. – Hernán quiso continuar a pesar de las consecuencias que la verdad podría provocar en su entorno – Alejandro es mi hijo
Rosario y Consuelo se miraron desconcertadas.
-Es el fruto de un inmenso amor – continuó diciendo el duque – Un amor de aquellos que ya casi no existen. Pero como tantos también… un amor imposible. Se lo debía a él y a su hermosa madre. Debía protegerlo y entregarle las armas para que supiera defenderse en este mundo cruel.
En cuanto a Mike. – dijo – Pobre chico. Sus padres se separaron cuando el aun no nacía. Hijo de una familia noble y muy adinerada pero de pésima conducta social. Su madre también lo abandonaba continuamente. Era una mujer que nunca debió parir un hijo.
En su eterno abandono conoció a una chica hermosa pero que estaba tan mal emocionalmente como Mike. El estaba loco por ella. Se fueron a vivir juntos no importándoles nada. Tenían solo 17 años.
Ella era muy inmadura y se dejó llevar por la vida fácil y las malas compañías.
Una noche, Mike la encontró en la cama con otro hombre. Cuando ella se dio cuenta de lo que había hecho estando drogada, se lanzó por la ventana de un 10º piso frente a los ojos de Mike.
El quedó destrozado y desde ese día nunca más lo volví a ver como lo acabo de hacer ahí en las escaleras, junto a ti. – Dijo el duque emocionado posando su manos sobre el hombro de una sorprendida Rosario.
- Señoritas - continuó - mis niños son buenos chicos. He hecho lo posible por educarlos correctamente y encaminarlos para que sean hombres de bien.
Ellos jamás les habrían contado lo que les he dicho yo. Es más, he sido demasiado infidente de sus vidas privadas. Pero no puedo verlos sufrir como lo están haciendo ahora. A ustedes tampoco.
-Pero señor… interrumpió Consuelo – ¡Lo vi matar a un hombre! – volvió a sollozar
-¿Y quien era ese hombre?- preguntó Hernán
Consuelo quiso responder pero en vez de hacerlo en voz alta, lo hizo para si misma
-Rony. ¡Ese maldito!. El me metió en todo este lío. ¡Intentó violarme! ¡Maldito!. Bien muerto está – se dijo, comenzando de una vez a tranquilizarse. - Alejandro solo me protegía - dijo mirando hacia ninguna parte.
-Ahora señoritas – expresó el duque - les debo advertir que la misión en la que están metidos Alejandro y Mike, podría costarles la vida a ambos.
-Alejandro me dijo que si no hacía algo podrían volver a venir por mí - se lamentó Consuelo
-He sido una egoísta – gritó luego levantándose de la cama con energía.
-Por eso él teme acercarse a mi entonces – Exclamó Rosario – ¿Teme que yo lo abandone o que lo engañe?
- Las dejo, ladies – dijo Hernán - el deber me llama. Aquí ya hice lo que mi instinto paterno me indicó. Ahora de ustedes depende ser felices y hacer feliz a mis retoños.
Consuelo inundada por una nueva energía decidió limpiar y secar sus heridas sin llorar. Ahora estaba todo mucho más claro. Alejandro no era quien ella temía. Era el hombre que siempre deseó, a quien siempre amó y ahora aguardaría por él.
-Estará bien. ¡Él es muy valiente!. Sabrá defenderse y no dejarse herir – exclamó fascinada
-Mmm. – dijo Rosario – Pero recuerda que salió de aquí en muy malas condiciones. ¿Qué le dijiste?
Consuelo sintió que el piso se abría bajo sus pies. Había sido muy cruel y él solo le estaba entregando su corazón, ¡su vida! en bandeja de plata.
-Rosario… tengo miedo. Creo que la cagué.
-Si amiga y yo… Yo no se que pensar. Cuando un hombre ha amado tanto a una mujer, ¿podría olvidarla a pesar de que esté muerta y enterrada?. Yo siempre deseé ser la primera y la única en la vida de alguien. Pero veo que siempre estará el fantasma del recuerdo de esa chica. Eso no me gusta – se quejó Rosario.