Me despojo del temor y...continúo esperándote.
En la fría quietud de este océano inmenso se sumergen lágrimas huecas que hoy caen y se extinguen sin dolor, perdiéndose entre las sinuosas marcas de un rostro de ayer que se quedó congelado; encarcelado dentro de nubes grises cargadas de indiferencia.
Desde la ventana de mis débiles pupilas, seguiré esperando tu luz y aquel calor que un día abrazó y entibió la antigua piel que un día te amó.
Historias de Eross y Afroditas - Sam Mezylv