Se que ella aún me ama, es sólo que me siento incapaz de volver a mirarla, acercarme a ella como solía hacerlo. Debe pensar que será sólo cosa de tiempo. Yo se que no será así.
Esa tarde llegué del trabajo, cansado, enojado y alterado por las cosas que habían sucedido en la oficina. Situaciones puntuales que sólo yo debía resolver y que no tenía ganas de hacer.
Ella estaba espléndida. Parecía siempre sospechar cómo y cuándo llegaría.
Me esperaba ansiosa y deseosa, bella como ninguna. Como una gata negra enfundada en ese vestido color rojo que a uno le hace sospechar que debajo de él hay algo espectacular esperando sólo por mi. Que detalla todo su fabuloso cuerpo, su breve cintura, sus caderas armoniosas, sus piernas largas y sedosas, y esos pechos hechos a mano, para mi, para mis manos, para mi boca, para mi placer.
Ahí estaba ella, acechando a su presa. Esperando siempre el momento adecuado para atacarme y lanzarnos contra el sofá, o contra la pared, o la cocina, o la escalera. Toda la casa era un buen lugar para comenzar a besarnos y abrazarnos y meternos mano por todos esos lugares sagrados que eran sólo míos y de ella.
Me esperaba ansiosa y deseosa, bella como ninguna. Como una gata negra enfundada en ese vestido color rojo que a uno le hace sospechar que debajo de él hay algo espectacular esperando sólo por mi. Que detalla todo su fabuloso cuerpo, su breve cintura, sus caderas armoniosas, sus piernas largas y sedosas, y esos pechos hechos a mano, para mi, para mis manos, para mi boca, para mi placer.
Ahí estaba ella, acechando a su presa. Esperando siempre el momento adecuado para atacarme y lanzarnos contra el sofá, o contra la pared, o la cocina, o la escalera. Toda la casa era un buen lugar para comenzar a besarnos y abrazarnos y meternos mano por todos esos lugares sagrados que eran sólo míos y de ella.
Aquella horrible noche, teniéndola atada a mi cuerpo como tantas otras noches y otros días y lugares, estaba entrando hasta su exquisita fuente de placer, saciando mi sed de ella, respirando sobre sus pechos entregados a mis manos y mis besos y caricias.
Cuando rozaba su cuello con mis labios susurrándole esas cosas que le gusta oír y ya podía sentir que estábamos en nuestro paraíso. Cuando agarrado a sus caderas la embisto una, dos, tres veces. Acaricio su piel, su cabello; observo el placer en su rostro, en su mirada, comienzo a sentir su temblor, ese temblor que solo yo puedo hacerla sentir, (sé que sólo yo podré hacerla sentir así...¡sólo yo!), le sonrío, me sonríe, pero al querer acercarme aún más a ella, algo sucedió. Mi fuerza, mi pasión, no lograron llegar a ninguna parte y me sentí perdido, acabado, avergonzado, muerto de miedo.
Cuando rozaba su cuello con mis labios susurrándole esas cosas que le gusta oír y ya podía sentir que estábamos en nuestro paraíso. Cuando agarrado a sus caderas la embisto una, dos, tres veces. Acaricio su piel, su cabello; observo el placer en su rostro, en su mirada, comienzo a sentir su temblor, ese temblor que solo yo puedo hacerla sentir, (sé que sólo yo podré hacerla sentir así...¡sólo yo!), le sonrío, me sonríe, pero al querer acercarme aún más a ella, algo sucedió. Mi fuerza, mi pasión, no lograron llegar a ninguna parte y me sentí perdido, acabado, avergonzado, muerto de miedo.
Dijo que entendía, que sería algo pasajero, pero mi orgullo estaba herido, mi masculinidad hecha polvo y la mujer que amaba ya no me respetaría como siempre lo había hecho.
¿Qué me sucedió?. Nunca lo sabré. Ni médicos , ni psiquiatras, ni aun otra mujer han hecho que vuelva a ser el mismo.
¡Ella solamente es la culpable!. Ella, con su loca pasión, con su piel ardiente, con sus profundos ojos negros y su pecaminoso cuerpo.
Recuerdo que aquella noche teniéndola aun atrapada entre mis brazos y mis piernas, abrí mis ojos por un momento y al ver su pasión, su juventud, su deseos inagotable, el miedo se apoderó de todo mi ser.
Si, tuve miedo de no poder seguir haciéndole sentir como hasta ese momento. Comencé a pensar, a enrollarme con el futuro, con los celos, que hasta aquella vez nunca ántes había sentido, porque la sabía mia por completo.Tuve miedo de ella.
No soy capaz de volver a tocarla, el miedo a no poder ser quien fui con ella me paraliza y trato de ignorarla. ¡Dios como la deseo!
¡Pero este miedo. No puedo con él!.
¡Ella solamente es la culpable!. Ella.
Hola ^^
ResponderEliminarHe caído en tu blog y de repente me he encontrado leyendo esta pequeña historia.
He de decirte que me ha gustado el vuelco que le das al personaje masculino y con ello a la historia, casi que esperaba un final trágico en vista de como pensaba el pobre pero me ha alegrado que no haya sido así (aunque tampoco ha tenido un final de cuento de hadas,la vida no es perfecta ¿no?)
Te felicito por el escrito O.<
Gracias Ari. Que gusto saber que aun me leen por ahí...
ResponderEliminarUn bezo...
La reproduccion de la impotencia que se siente imaginarla en brazos de otro, saber que alguien mas puede hacerla sentir lo que tu sin saber sus intenciones, el ardor del fuego que te quema el alma por pensar que alguien mas la toca como tu la tocaste... Me atrapaste.
ResponderEliminarAndres!!!.. No te imaginas lo feliz que me hace saber que de alguna manera pude interpretar en algo el sentimiento de celos y de miedo que puede llegar a sentir el corazón masculino ... Es difícil eh?!... :)
EliminarUn abrazo y halagada por tu visita y comentario.
Sam..
Cuando alguien dijo te regalo mi estomago y no mi corazón no entendí muy bien por que ... hasta que desperte este sentimiento viceral de celos..... es maravilloso recordarlo con tus historias.... me alegra que te gusten mis comentarios porque puedo expresar mis sensaciones con tus maravillosas historias.
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