Rosario decidió ingresar en la organización a la que había pertenecido su amado Mike. Sentía que se lo debía. Ella continuaría con la labor de perseguir y encarcelar a los que les cagan la vida a los niños y jóvenes envolviéndolos en sus tramposas y mortales redes.
Consuelo había resuelto volver a su hogar. Estaba cansada y demasiado triste para continuar viviendo en la misma ciudad en la que estaba él y no poder acercarsele ni abrazarlo ni decirle cuanto lo amaba.
Antes de marcharse cogió coraje y se plantó frente al edificio donde vivía Alejandro.
Con su corazón latiendo a mil se acercó hasta la recepción y preguntó por él
-Don Alejandro está de viaje señorita. – le contestaron y Consuelo salió del lugar abatida por el dolor.
Alejandro observaba como cada tarde desde su balcón en el que abrazó y besó por vez primera a Consuelo, caía la noche y con ella su manto de soledad y melancolía.
Había dejado dicho que si preguntaban por él dijeran que no estaba. No quería saber de nadie. Solo deseaba estar solo con sus recuerdos y sus pensamientos.
Consuelo nunca más le habló ni lo buscó. -¿De que serviría entonces ir tras ella?- Esta vez no soportaría su rechazo.
No la vio partir mirando hacia aquella misma ventana con la tristeza pegada a su sombra y su maleta llena de recuerdos.
Qué impotenciaaaa, me dan ganas de entrar en el relato y gritar ehh insiste que está ahí, esperándote.
ResponderEliminarUn besote y mis caricias
Ay por dios, que no se vaya, que la vea, que la vea!!!
ResponderEliminarMe voy corriendo a leer el final.
Besos