Faltaban pocas horas para que comenzara una nueva reunión.
El lugar escogido en esta ocasión era una antigua iglesia de los monjes Capuchinos ubicada a varios kilómetros de la ciudad, en un lugar poco habitado.
Se había elegido aquella noche especialmente ya que pronto comenzaría el solsticio de invierno y las noches ya comenzaban a ser más largas y frías.
Además, el eclipse de luna anunciado, les permitiría esconder sus sombras bajo la profunda oscuridad.
El lugar estaba iluminado por miles de velas y candelabros ceremoniales. La nave central de la iglesia se encontraba despejada, mientras que en los costados se comenzaban a ubicar los invitados a esta reunión especial.
Al lado derecho del altar se ubicaron los hombres que, ataviados con túnicas negras, cubrían por completo sus cuerpos de pies a cabeza.
Del lado izquierdo se encontraban las mujeres, las que eran notoriamente menos en comparación con los hombres. Todas ellas iban cubiertas por una sencilla bata transparente con la que envolvían sus cuerpos desnudos. Señal de sometimiento ante los varones de la secta.
En el altar mayor se encontraban sentados los padres de Julián; Robinson y Cármen, junto a otra pareja de extranjeros que ostentaban unos sombreros algo extraños.
De pronto, Robinson se levantó de su asiento, tomó un largo y adornado bastón de madera y luego de dar tres golpes en el piso comenzó a hablar:
-Los hemos hecho venir hasta aquí para comunicarles personalmente que ya tenemos preparado el próximo sacrificio, con el cual esperamos que nuestros amos nos ayuden a evitar que nuestra raza termine por desaparecer de la faz de este planeta definitivamente.
-Cómo sabemos - interrumpió Cármen - por alguna extraña razón nuestras mujeres nos han dado sólo hijos varones, poniendo a nuestra raza en serio peligro de extinción.
-Necesitábamos de un ser puro, engendrado en el vientre de una de las nuestras - continuó diciendo Robinson - para poder salvarnos.
-Y ahora ya lo tenemos - dijo Robinson, entusiasmado.
-¿Pero esta vez nos aseguran que todo resultará bien? - preguntó el extranjero con voz intimidante y frunciendo el ceño.
-Te lo firmo con mi sangre si es necesario - señaló firmemente Carmen levantándose de su asiento y haciendo que su voz retumbara en toda la iglesia.
-Hemos tenido las señales de que ese es el elegido - dijo Robinson
-Bien es sabido por todos nosotros que "ellos" no se mezclan con nuestras mujeres...
-Salvo contadas excepciones - observó Cármen, mirando de reojo a Gioconda, quien se encontraba sentada junto a las demás mujeres luciendo, a pesar de su edad, un hermoso cuerpo bajo la bata que pretendía cubrir su desnudez.
Robinson miró a su mujer con enojo y continuó diciendo:
-Si.. y cuando aquello sucede es nuestro deber deshacernos de ese engendro, pues representa una seria amenaza a nuestra existencia.
-Por eso sabemos que la señal es evidente. Existe entre nuestras mujeres una que pronto dará a luz un hijo no deseado... Ese será nuestro sacrificio para terminar con esta maldición.
-¿Y cuando se llevará a cabo tal magnífico evento? - preguntó uno de los encapuchados.
-Debemos esperar a que nazca. Su madre ha estado demasiado débil, por lo que no podemos perder esta oportunidad. El sacrificio debe estar VIVO a la hora de entregarlo a nuestros amos y beber de su sangre caliente. Es nuestra última chance para sobrevivir.
-Está bien - dijo parsimoniosamente la extranjera - esperaremos su señal. Mañana partiremos a nuestro país y daremos a conocer esta noticia a los demás. Como ya deben de saber, somos las más perjudicadas con toda esta situación. Nuestras mujeres están muriendo sin poder procrear una hija que continúe con nuestra estirpe. Hemos hecho millones de sacrificios pero ninguno ha dado resultados. Esta es nuestra última oportunidad. Confiamos en su descubrimiento. Volveremos cuando ustedes lo señalen y vendremos con todos nuestros seguidores. ¡¡Será el evento del milenio!!.
-¡Aquella sangre pura entrará a nuestros cuerpos y volveremos a gobernar el mundo como fue en un principio! - Exclamó Robinson con los ojos desorbitados, mientras que desde el lugar donde se encontraban las mujeres, Gioconda no lograba evitar que un par de lágrimas se le escapara de sus ojos. Su corazón estaba apretado y a ratos sentía que no podía respirar.
Julian observaba toda la escena escondiendo su mirada bajo la capucha.
-Asi debe ser... No puedo evitarlo... No está en mis manos... Ella se lo buscó -
Aquellos pensamientos se tropezaban dentro de su cabeza y a ratos creía que se volvería loco... si es que ya no lo estaba.
Continuará
Guuuaaa, la volaíta!!!
ResponderEliminarEspero el resto :)
Ohhh, creo que tengo deberes, mi ausencia ha hecho que me pierda ésta hstoria...
ResponderEliminarUn besote y mis caricias