sábado, agosto 02, 2014

TACONES DE OTOÑO // CAPÍTULO 10

 ¡Vete, vete de aquí! Ya no te temo. No volverás a dañarnos. ¡Vete... Vete!
Fabiana estaba descontrolada. Se mecía hacia adelante y hacia atrás abrazando a Ivo mientras susurraba incoherencias.
-No me los volverás a quitar. Esta vez no podrás arrebatármelos. Es mi familia. Son mi vida. ¡No los abandonaré!
Sus pupilas estaban dilatadas y su mirada parecía perdida en algún punto fuera de la camioneta.
De pronto,  su cuerpo se alejó de golpe del pequeño Ivo. Fue cuando Gualberto aprovechó para soltarlo de su sillita y llevarlo consigo hacia el asiento delantero protegiéndolo entre sus brazos.Su corazón corría de prisa. Su razón no quería dar crédito a lo que estaba viendo y escuchando. 
- Tu no has ganado nada ¡estúpida! Sigo siendo yo la dueña de tu vida. La perdiste el día que decidiste ser débil. Ahora ya es demasiado tarde. Estás en mis terrenos. Sólo una de nosotras saldrá de aquí. Y no serás tu....
-Ya basta!.Fabiana. Por favor.
Gualberto oía diferentes voces salir de la garganta de su mujer. Una era suave y parecía ser la que él tanto amaba, pero la otra era como si una víbora sisara las palabras que salían de su boca.
Hacía rato que intentaba que lo oyera. Le gritaba que él estaba ahí, que volviera en si, pero ella no le oía. Su alma ya no estaba. Había comenzado a diluirse junto a la lluvia y el viento que azotaban el espacio que los envolvía.
- ¡Hey!, espérame - gritó Cecilia al ver pasar corriendo como un rayo a Max junto a su lado rumbo a la camioneta.
Él la había visto. Mientras observaba la espalda de Cecilia pudo darse cuenta de que aquella extraña luz luchaba por volver a su cuerpo mientras que una oscura y densa masa se lo impedía. No lo dudó y corrió en su ayuda. Había llegado el momento. Ya no debería importarle asustarla a ella con el despliegue de sus fabulosas alas. Estaba ahí para protegerles y no para enamorarse. De ella ni de nadie. Sería mejor así. Rápido. Pronto. De esa forma todo acabaría y él podría regresar con sus padres y olvidarse de todo... de ella... de amar.
Max abrió la puerta del conductor y sacó de ahí a Gualberto e Ivo tomándolos entre sus brazos para luego elevarse con ellos y llevarlos hacia un lugar lejano. Cecilia se quedó mirándolo con los ojos y la boca muy abiertos. Por algunos momentos creyó sentir que su corazón dejaba de latir y que lluvia que caía fuerte sobre su cuerpo ya no la rosaba, ni siquiera la mojaba.
Pocos minutos después era ella a la que Maximiliano tomaba entre sus brazos y elevaba desde el suelo para llevarla junto a su padre y hermano.
Luego de dejarla junto a su padre, no se quiso detener a pensar en lo rápido que latía su corazón después de haberla tenido tan pegada a su cuerpo. Elevó nuevamente su imponente cuerpo y voló hacia donde estaba Fabiana luchando por recuperar su cuerpo y su vida.
- Fabiana... debo ir por ella. Por favor. Déjame ir por ella. No la puedo dejar ahora que la he vuelto a recuperar. 
Gualberto parecía estar en estado de shock. Comenzó a correr luego de dejar a Ivo con Cecilia.
- Cuida de tu hermano ¿si?. No olvides que te amamos pequeña.
- Papá....
- Shhh. Debo ir por tu madre. No entiendo nada de lo que está ocurriendo hija. Pero se que ella nos ama y que ahora debo estar junto a ella. Me necesita.
Cecilia corrió a refugiarse bajo el árbol en que Max los había dejado. Miró a su hermano, quien dormía apaciblemente, lejano a todo lo que estaba sucediendo. Decidió acurrucarse junto a él y no pensar. Cerró los ojos y se estremeció al recordar los brazos de aquel muchacho con alas que tan fuerte y calidamente la habían sostenido y apegado a su cuerpo hacía tan sólo unos instantes.  Lloró por sus padres. Tuvo miedo. ¿Y si no volvían? Se quedaría definitivamente sola.

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