Ahí estábamos, ella y yo dándole
rienda suelta a la conversación, a la risa sonora y acariciando con mis dedos y
mi boca el tercer vaso de tequila margarita que a esas alturas de la noche ya
me tenía un poco más que contentilla.
La música comenzó a encender mi cuerpo
y quise bailar solo para mí y mi amiga que me observaba con los ojos
brillantes.
Al levantarme del asiento comencé a
moverme sinuosamente y a recorrer con mis manos mis piernas, mis caderas, mi
cintura hasta alzar los brazos por sobre mi cabeza. En es punto abrí los ojos y
lo vi. Ahí estaba él, Félix, a pocos metros, parado en frente de mi, observándome
con una mirada extraña.
En un principio, debo confesar, que me
cohibí y quise volver a mi sitio calladita y casi esconderme bajo la mesa, pero
el alcohol, la música y mi cuerpo loco fueron más fuertes que mi conciencia y
la razón.
Mis pies me llevaron hasta donde él
estaba y sin tapujos ni vergüenza comencé a dedicarle este baile a él.
De reojo pude observar como Isabel y
otras personas nos miraban curiosamente y luego sonreían.
Félix no podía disimular su emoción y
el, otras veces todo canchero súper macho, estaba ahí, de pie tras de mí,
boquiabierto con el rostro desencajado.
Acerqué mi espalda a su cuerpo
mientras subía y bajaba y al fin poder sentirlo un poquito más cerca de mí.
Parece que en algún momento debo haber
resbalado con algo porque sentí que él me tomaba firmemente por la cintura antes
de que mi cuerpo llegara estrepitosamente hasta el suelo.
Hasta ahí recuerdo. Luego todo es muy
confuso, voces, risas, llanto, música fuerte y de repente silencio y oscuridad
absoluta. Se me había "apagado el plasma". Ja!
Desperté con el sol pegando fuerte en
mi cara, con una sensación horrible en mi estómago y sólo abrí los ojos con el
deseo de ir corriendo al baño. Pero ¿¡Dónde estaba?!.
De inmediato pensé en que Isabel
estaba ahí conmigo, hasta donde podía recordar. Entonces ella no habría dejado
irme..... con..... Lo recordé todo.
Al darme vuelta ahí estaba él, Félix,
recostado junto a mi ¡en la misma cama!
Casi por inercia y muerta de miedo me
miré y ufff! aun llevaba puesta la ropa de la noche anterior.
¿Pero cómo había llegado hasta ahí?
Eso si no lograba salir de mi disco duro. Es algo que desapareció de mi
memoria, espero que no para siempre.
Me levanté despacito para no
despertarlo, no sé por qué. Luego entré al baño, me observé. Al parecer todo
estaba tal cual. No había rastros de que hubiese sido una "mala niña" Eso sí, me sentía morir.
Sin pensarlo dos veces me metí a la
ducha y me quedé bajo el agua caliente un rato con los ojos cerrados tratando
de hacer calzar las piezas del rompecabezas en que se había convertido mi noche
anterior y aquella mañana.
Mientras me arreglaba sentí ruido
fuera de la habitación. Asustada, asomé mi cabeza por una pequeña abertura que
hice en la puerta y vi que Félix aun permanecía dormido.
Aproveché para salir de ahí, aun
envuelta en la toalla e ir a buscar mis zapatos que los había dejado cerca de
la cama.
Cuando logré estar cerca de él
nuevamente no pude evitar quedarme un rato mirándolo. Se veía tan guapo así.
Ahí estaba yo, medio desnuda mirándolo
como una idiota cuando abrió repentinamente sus ojitos y me sonrío. ¡Casi muero
de la impresión!
Hice ademán de huir a refugiarme al
baño pero él alcanzó a tomarme de un brazo.
-Espera no huyas - me dijo -
-Ehhh... por favor.. Déjame ir. Luego
hablamos ¿si?
-¡Pero espera!
-Es que me siento un poquitin incómoda
vestida así (¡desvestida así!). Me visto y vuelvo ok??- terminé diciendo muerta
de vergüenza.
Logré zafarme de su mano y arranqué a
esconderme de su mirada.
Me vestí rápidamente y salí. El estaba
de pié junto a la cama, sin camisa, vestido sólo con unos jeans y descalzo.
¡Casi muero de un infarto preorgásmico!
Tiene un cuerpo perfecto que hace
juego con esos ojitos azules y su sonrisa perfecta. Debo haberme quedado como
una idiota un rato ahí mirándolo toda babosa.
-¡¿Qué tengo?!- dijo, y miró y tocó su
lindo cuerpecito.
-No nada, sólo queeeee...
-Ah espera, no temas. Me saqué la
camisa porque estaba muy arrugada y algo sucia y justo saliste cuando iba por
otra.
Yo pensaba -¡nooooo, quédate así
please, please, please!-
Mientras se volvía a vestir, me
comentó algo de lo que había sucedido luego que perdí la conciencia.
Yo, muerta de vergüenza escuchaba
sonrojada cómo me tuvo que sacar del bar, de que Isabel le contó que ya lo
conocía porque yo le había hablado mucho de él (¡que bochorno!), y que confió
en que en sus manos estaría bien.
Pensé -¡en qué manos si ni siquiera me
ha tocado!
Me comencé a sentir mareada y me senté
en su cama. Porque era su casa en la que estaba. El me dijo que seguro era por
la resaca, que me recostara un rato.
Así lo hice. Me sentía muy desdichada.
Nunca habría querido que todo eso pasara. Es decir, así de esa manera. ¡¿Qué
estaría pensando de mi!?
Unas lágrimas locas se escaparon de
mis ojos y él se dio cuenta. Muy tierno se recostó a mi lado y me las secó con
sus dedos.
-Por favor no llores -dijo- más o
menos se por lo que has pasado y no hay nada de qué avergonzarse.
No lo pude evitar, un fuerte corriente
me impulsó y me empujó hasta su pecho y comencé a llorar como loca.
Él me abrazó y acarició mi cabeza
intentando tranquilizarme. Tomo mi cara con sus manos y volvió a secar mis
lagrimas con sus dedos.
No hubo más palabras.
Lo vi acercarse lentamente hacia mi
boca y silenciosamente comencé a llenarme de su sabor, de su olor, de sus ser.
¡Había tanta pasión en aquel beso!
Nunca antes había sido besada así. Era como en mis sueños.
Mi cuerpo estaba temblando y un rico
calorcito comenzó a apoderarse de mí.
Me aferré a él. Me colgué de su
cuerpo, de su boca, de sus labios y de su lengua.
Mi piel lo deseaba tanto y hacía tanto
tiempo que no lograba controlar las ansias de acariciarlo, beber de su aroma,
de sus ser.
Mi vientre ardía, mis
pechos se amoldaban a sus manos, mientras su lengua y su
boca recorrían cada rincón de mi piel.
Acarició mis piernas,
luego giró mi cuerpo y posó el suyo sobre mi espalda.
Sentí su sexo húmedo en mi
piel. Besó mi nuca, mis cabellos. Yo cerré los ojos a esa pasión. Era exactamente lo que mi cuerpo deseaba.
Mis caderas ardían entre
sus manos.
No hay nada más excitante, al menos
para mí, que el sentirse deseada y cuando ese deseo se convirtió en el
placer de tener al fin entre mis manos y mis piernas a aquel hombre, sólo resta
decir que la pasión se volvió inagotable.
Y acá estoy, escribiendo estas líneas
mientras él yace dormido y cansado. No nos hemos levantado desde esta tarde en
que todo sucedió.
Ya quiero estar abrazadita a él
nuevamente y sentir sus manos en mi cuerpo.
¡Qué locura! No quiero ni pensar en
mañana. Noooooo...
Ummm, cómo me alegro Sandra, que todo te saliera tan bien, pero es que además, se ve que es alguién tierno, con delicadeza. Biennnnnn!
ResponderEliminarDisfruta todo todo todo!
Te dejo mis caricias!