Hace poco más de un año
que no volvía por este lugar.
Acá vine a refugiarme
luego que me separé de Manuel. Cuando sentía que me rechazaba.
Me fui al bar de Isabel y,
al contrario de lo que cuenta la canción de Sabina, el bar seguía donde mismo y
ella seguía igual de hermosa.
Al verme entrar una gran
sonrisa se dibujó en su cara y salió a saludarme con un cálido abrazo y un
beso.
-Querida, ¿cómo has
estado? Hacía mucho que no sabía nada de ti - Me dijo toda emocionada.
-Hola Isabel. Si, ha sido
mucho tiempo.
-Estas rara. ¿Una pena de
amor nuevamente?
No dije nada. Tan solo una
lágrima se atrevió a escapar de mis ojos sin yo poder contenerla.
-Ven, vamos a tomarnos un
tequila. Nos hizo bien ese tratamiento la última vez ¿recuerdas? - dijo,
guiñándome un ojo.
Le sonreí tímidamente. Tal
vez incluso me sonroje por unos instantes
-¡Claro que me acuerdo! -
le respondí luego. Los tequilas fueron los culpables de que hubiera
regresado
-Vamos pequeña. No llores
por favor - Me abrazó y me llevó hasta su casa.
Una vez ahí, Isabel
encendió la chimenea y acercó unos vasos - para el frío - dijo, y se
acomodó junto a mí.
Posé mi cabeza sobre su
hombro y le comencé a contar mi desdicha.
- Muchas cosas sucedieron
después que me fui de aquí Isabel.
-Tenemos toda la noche.
Cuéntame querida, qué sucedió.
-¿Recuerdas que llegué
hasta acá porque mi matrimonio no andaba bien?
-Sí, recuerdo. Me contaste
que no pasaba nada entre tú y tu marido hacía meses y te sentías culpable
porque habías subido de peso y sentías que era eso lo que lo alejaba de ti.
-...Y tú me dijiste que yo
me veía preciosa así como estaba y luego... me besaste.
-Fue una noche mágica ¿no
crees? - dijo Isabel, mirándome directo a los ojos sonriente y sensual.
Recordé sí. ¡Claro que
recordé!
Fue una noche de invierno.
Ahí estaba ella, como siempre, tras la barra de aquel bar. Me miró y de
inmediato me sentí acogida. Nos conocíamos desde siempre pero poco o nada
habíamos hablado alguna vez.
Yo solía sentirme
intimidada por su penetrante mirada y siempre que podía la trataba de
esquivar.
Isabel es una mujer
hermosa, rubia, de profundos ojos azules, su tez es blanca pero el aire marino
y el sol le han dado un color castaño muy especial.
Los hombres del puerto la
desean con pasión y las mujeres la envidian e inventan historias sobre su vida
privada. Pero ella hace caso omiso a los murmullos y vive feliz en su pequeña y
acogedora casa atendiendo el bar más
popular del pueblo que le dejaron sus padres al morir.
Aquella noche nos
emborrachamos un poco, sólo un poco y luego su mano me llevó hasta su casa.
Al cerrar la puerta,
encendió la chimenea, tal como lo hacía esta vez. La emoción comenzó a
apoderarse de mi cuerpo. No podía esperar a que ella diera el primer paso.
Mientras estaba de
espaldas a mí, la tomé de un brazo, acerqué mi boca a la de ella y la besé.
¡Ay esos besos! Tan
diferentes.
Nos quedamos unos
momentos así. Saboreando, bebiendo y disfrutando de aquella boca prohibida
y deseada por muchos de los que aun se hallaban allá dentro del bar, sin
siquiera sospechar del pecado que nuestros cuerpos estaban a punto de cometer.
Fue ella quien decidió
aferrar su cuerpo al mío y tirarnos sobre la alfombra.
Mi mente divagaba. Ya no
razonaba, sólo se dejaba llevar y quería saber hasta dónde podría llevarla.
¿Sería que había algo más que nunca ántes hubiera sentido?
No quería que todo aquello
terminara tan pronto. Decidí acercarla a mis labios.
Mi corazón iba a mil. Mi
pecho subía y bajaba de manera vertiginosa. Esta vez quería ser yo quien
bebiera de ella, de sus pechos, de su piel y sus caderas.
Yo mordía suavecito y ella
jadeaba mientras su cuerpo se contraía. Mis manos llegaron hasta su humedad y
mis dedos comenzaron a deleitarse en aquel espacio divino y jugoso. Sólo quería
sentir que ella estaba disfrutando tanto como yo de aquel mágico momento que
ninguna de las dos se propuso vivir pero al que el destino nos guió, frente a
aquella chimenea, desnudas y entregadas a una pasión que sólo nosotras podemos
darnos.
Mi experiencia en estas lides
era nula, por lo que creo, no pude llegar a hacerla sentir tanto como ella a mí.
Hice lo que pude. Las pelis que alguna vez vi junto a Manuel ayudaron a que
supiera qué debía hacer; aunque el instinto animal que todas y todos llevamos
dentro fue mi principal guía en toda esta aventura.
Si debo ser honesta
conmigo, al recordar todo aquello, debo admitir que todo fue encantador pero, a
pesar de la desilusión que había tenido con Manuel, seguía deseándolo a él en
esos momentos.
Me alejé un instante de
Isabel para acercarme a la chimenea. Mis manos estaban frías, a pesar de que el
recordar todo aquello había logrado hacerme subir los colores al rostro.
Luego, continué con mi
relato.
-Bueno, a esas alturas yo
no tenía idea que Ana y Manuel se podrían atraer. Como es normal entre las
buenas amigas, nos contábamos todo. Yo le decía de lo bien que la pasábamos
juntos él y yo. De lo buen amante que era. Seguramente le entró el bichito de
la curiosidad y aprovechó cuando nuestra relación no estaba de lo mejor. O tal
vez, como me contó luego Manuel, ella fue la causante de que lo nuestro
terminara.
-Después de lo que pasó
entre nosotras - continué - volví renovada, como que me hiciste revivir y volví
a sentirme mujer, hermosa y deseada.
-Tan hermosa como siempre.
Ya pero a ver, me tienes metida, que pasó entonces. ¿Por qué estás acá
nuevamente?
-Cando volví, quise darle
una sorpresa a Manuel pero la sorprendida fui yo.
-No me digas nada. Lo
pillaste con Ana en la cama.
-¡En mi cama, en nuestra
casa! Pero eso ya no me duele tanto - dije cabizbaja y a punto de largarme a llorar
nuevamente.
-¡Que puede ser peor que
eso!
-Sucedió que con toda esta
situación me alejé de él y me anduve volviendo un poco loca. Caí en algunos
excesos… Alcohol solamente, por favor no pienses en nada ilegal. ¿Te das
cuenta? Y ahora me están chantajeando. Uno de los gerentes quiere que me haga
su amante a cambio de obtener un cargo importante, al que yo aspiraba hacía
tiempo.
-¿Y si no aceptas? ¿Qué
pasa si no aceptas?
-Pierdo el cargo y lo
peor... temo perder al hombre del cual creo haberme enamorado.
-¡¿Y eso?! ¡¡No me habías
dicho nada!! Sinvergüenza. Cuéntame de él, ¡vamos!
Lancé un suspiro largo y
comencé a hablarle de Félix.
-Es un tipo petulante que
llegó hace poco a la empresa. Me cargaba. Es lejos lo más pesado que hay. Es de
los típicos personajes que se saben regios y que se pavonean de aquello. Pero
no puedo evitar que sienta cositas en mi estómago cada vez que lo veo o lo
imagino cerca de mí.
-¿Y él, siente algo por
ti?
-Tiene novia. Una tipa
como él. Rubia alta muuuuuy delgada, y linda. ¿Tú crees que se podría fijar en
alguien como yo? ¡Mírame!
-Te miro y bien sabes que
eres hermosa. Tal vez no seas como la novia de Félix, pero te puedo asegurar
que tienes otras cualidades que volverían loco a cualquiera
-Sí, pero a veces no sé si
sea suficiente.
Luego nos miramos rodeadas
por un silencio cómplice
-¿Y por qué crees que
podrías perder a alguien que no tienes? - dijo ella sonriente rompiendo el
silencio por unos instantes y poniendo cierta distancia entre las dos.
La quedé mirando y entendí
que tenía razón.
-Lo que sucede es que temo
que si él llega a enterarse de lo que pasó conmigo hace un tiempo atrás,
ya ni siquiera tenga opción de que, al menos, me mire como a veces siento
que lo hace.
-Te estás ahogando en un
vaso de agua. ¿Te arrepientes de algo? - preguntó ella seriamente.
-No me arrepiento de nada
- respondí, mirándola fijamente.
Mañana ya habrá tiempo
para pensar en el rumbo que le daré a mi vida. Si lo dejo de ver, con toda
seguridad lo terminaré olvidando. Al fin y al cabo mi imaginación es la que me
ha llevado a sentirme así. Félix ni siquiera se
puede imaginar que esté aquí pensando en él y deseándolo.
Vaya, yo pensaba que era un chisme y resulta que era verdad!! La Doris es toda una caja de sorpresas.
ResponderEliminarPero yo creo que a Felix no le importa, y que además le gustaría mirar, jeje.
Besos
me hiciste recordar algo que una vez hable con una amiga...
ResponderEliminarbueno, los hombres como Manuel, mejor perderlos, y ese Felix debe ser un impotente, yo que vos me dedico a esa hermosa mujer y punto!
lo que seguramente faltaba era algo que se puede reemplazar con un consolador supongo,jajaja!
(te digo esto y eso que me gustan aun los hombres...pero ya me estoy cansando, asique en cualquier momento pido asilo en ese bar!)
mil besos!!!!!
Huy que relato que amigas, no es que me atraiga mucho el ver a dos bellas mujeres besandoce pero tu relato a hecho volar mi imaginación
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