El fin de semana me escapé
a la casa que tienen mis padres en el campo.
Necesitaba estar solo un
rato y pensar en todo lo que me ha estado sucediendo de un tiempo a esta parte.
Este se ha convertido en
mi refugio últimamente.
Acá vine luego de que...
Bueno es algo de lo que nunca hablo... con nadie... ni conmigo.
Este lugar es
misteriosamente mágico. Es una casa confortable, como les gusta a mis padres,
ubicada en un lugar rústico cerca del mar y de un lago. ¡Se siente tan bien
estar acá!
Mi juventud la viví casi
por completo refugiado entre estos añosos árboles, sintiendo la brisa marina
sobre mi cara y bañándome en el hermoso lago que está justo detrás de la casa.
Hacía tiempo que no volvía
a recorrer estos paisajes.
Salí de aquí convertido en
lo que soy ahora. Me puse coraza de hierro y decidí ser el mejor en todo. Nada
ni nadie me volvería a hacer daño nuevamente. Nadie me volvería a dejar. Yo
sería el triunfador, el que todos envidiarían, el conquistador.... como le puse
a este diario "El Winner".
Todos hemos tenido nuestro
primer amor. Ese que nos hizo vibrar y temblar de emoción cada vez que la
sabías cerca. De quien no querías separarte ni un segundo. Con quien hiciste
planes de matrimonio o de al menos irse a vivir juntos porque no soportabas la
idea de estar lejos de ella.
Eso para mí fue Elisa. Mi
primer amor. Ese de los 15 años.
Ella era un poco mayor,
tenía 17 y era hermosa.
Hija del mejor amigo y
socio de mi padre. Crecimos juntos casi, pero nunca me había fijado en ella
hasta cuando la volví a ver después de mucho tiempo en el que ella había estado
estudiando fuera del país.
Elisa comenzó a llenar mi
mundo. Era el centro de todo. Ella sabía que me volvía loco su perfume, sus
ojos, su cuerpo y me hacía sufrir contándome de sus conquistas y amoríos.
Una tarde en la que
nuestros padres habían bajado al pueblo nos quedamos solos en la casa. Yo veía
tele en mi habitación vestido sólo con mis boxer. Era verano y hacía muchísimo
calor.
Ella irrumpió en mi cuarto
como una loca, me miró y se lanzó sobre mí. Comenzó a llenarme de los besos más
exquisitos que alguna vez me dieron.
Luego arremetí con las
caricias que inundaban mis sueños más húmedos que ella provocaba.
Besé sus pechos desnudos y
atrapados entre mis manos. Lamí su cuello y sus orejas mientras mis dedos se
entrelazaban en sus cabellos.
Pero, como todo
adolescente, "adolecí" de experiencia y tanta excitación me hizo
acabar más pronto de lo que hubiera deseado.
Ella se burló de mí, pero
al ver mi cara desencajada de dolor y de vergüenza se acercó y me dijo bajito
al oído que no me preocupara, que ella sería mi maestra y que me enseñaría todo
lo que ella sabía.
Ese fue el comienzo del
verano más excitante del cual tenga memoria. Elisa venía todas las noches a mi
habitación y comenzábamos; ella a jugar conmigo y yo a aprender el arte de amar
y dar placer a una mujer.
Así fue que me enamoré
como un tonto, como un loco de ella.
Una noche me explicaba cómo
debía besarle para producir placer y deseo. Otra noche eran los besos y las
caricias furtivas. Esas que dejan con "ganas", me decía.
Para el final del verano
ya era todo un "Graduado". Ella me dijo que había aprobado todos los
ramos con honores y se reía.
Pero no fue suficiente. Yo
no fui suficiente para Elisa.
Me dejó, se fue con otro.
Un tipo mayor, con mucho dinero, exitoso. Ella se deslumbró con él al verlo.
Se lo presentaron aquí en
esta misma casa en la que ahora escribo estas memorias.
Recuerdo su mirada al
verlo. Su rostro pareció iluminarse, sus ojos brillaban y una gran sonrisa se
instaló en su cara, la que no la abandonó hasta el día en que él se la llevó
lejos, lejos de mi y nunca más supe de ella.
Una vez que pude salir al
fin de la pena que me provocó perderle, me propuse convertirme en un tipo así,
como aquel que se la llevó de mi lado. Creyendo, tal vez, que si ella volvía
algún día, me pudiera mirar como a él.
Obviamente eso nunca
ocurrió.
De eso ya han pasado casi
15 años y no recuerdo mujer que me haya hecho sentir como Elisa lo hizo. Hasta
ahora. Ahora que no logro sacarme de la cabeza a Doris.
Apenas cruzamos palabras,
apenas casi nos rozamos, apenas casi nos miramos, pero hay algo en ella que me
hace desearla... si, lo dije... La deseo con pasión, con lujuria y no logro calmar
mis ansias.
A ella pareciera que no le
soy indiferente, pero no estoy seguro y esa inseguridad, el no saber, me está
matando.
Ya se hizo tarde y es de
noche. Iré a dar una vuelta al pueblo. Recuerdo que hay un lugar muy
entretenido donde ir a tomarse un trago tranquilo y ver bellas mujeres. A ver
si se me pasa esta locura conociendo a alguna que me haga poder olvidar a las
dos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarexcelente historia.. muero por leer mas, por saber que pasa! jeje.. besos!
ResponderEliminaruy, olvidar a las dos!! el pobre aún está enganchado con la otra.
ResponderEliminarMe voy a por el siguiente.
Besos!
mmmm me trajo recuerdos jajaj
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